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Un paseo por el bosque de Carla Hernández







Un paseo por el bosque

En un pequeño pueblo casi olvidado por la civilización o eso al menos decían las personas que visitaban el pueblo ocasionalmente.

Todo era tranquilo los trabajos sencillos y realmente humildes se ayudaban unos a otros sin pensarlo, eran muy reservados y cualquier persona nueva era recibida con algo de aspereza.

Aquel pueblo estaba ubicado a los pies de la montaña teniendo solo una calle que conducía a las afueras y completamente cubierto de bosque, solo algunos vivían a las afueras del pueblo adentrándose en aquel bosque.

Ana era la hija de un agricultor he hija de una ama de casa muy talentosa para la costura. Aquel día de verano Ana estaba cumpliendo 18 años y su felicidad era casi indescriptible puesto que había alcanzado su mayoría de edad, podría salir sin supervisión de su madre incluso podría asistir a las fiestas de los adultos.

La madre de Ana había madrugado aquel día para terminar el regalo de su hija, su padre por otra parte había intercambiado algo de su cosecha por frutas para el pastel de su hija.

Ana bajó con rapidez a la sala de estar donde la esperaba su madre con su desayuno favorito, pan con mermelada y un tazón de frutas.

-Feliz Cumpleaños mi amor -Besa si cabeza-.

-Gracias madre.

-Te tengo un regalo.

-Sonríe- ¿Y que podría ser?.

-Cuando termines de desayunar te lo daré.

-De acuerdo -Casi con una velocidad impresionante engulló su desayuno-.

-Ana, no comas tan rápido.

-Es muy tarde ya lo hice, ahora ¿Dónde está mi regalo?.

-Sonríe moviendo ligeramente su cabeza- Está sobre la silla junto a la chimenea.

Ana traspasó la sala velozmente y tomó aquel regalo y lo desenvolvió, al hacerlo su rostro expresaba felicidad puesto que ante sus ojos estaba una Capucha roja, larga hasta casi rozar el suelo como una larga capa. La madre de Ana la ayudó a colocarla sobre sus hombros y la capucha sobre su largo y sedoso cabello castaño.

Era más que evidente que aquella capucha lograba hacer resaltar su blanca y tersa piel casi de porcelana, su figura bien definida, su rostro perfilado como el de una muñeca y sus ojos cafés intenso con una mirada tan dulce y tierna.

-Te ves hermosa Ana, ahora ve a mostrarle a tu padre lo hermosa que estás, y puedes estar afuera solo hasta que se ponga el sol puesto que haremos una pequeña fiesta por tu cumpleaños.

-Claro madre y gracias por este hermoso regalo Te amo -La abraza-.

Ana tomó algo de fruta y agua y la introdujo en un pequeño bolso que siempre llevaba con ella colgando a su costado.

Salió de la casa y se dirigió a dónde estaba su padre cosechando y arando el suelo.

-Papá -Le grita para llamar su atención al mismo tiempo que agita su mano-.

-Hija -Se acerca- Feliz cumpleaños mi niña, ya eres toda una mujer aunque eso nunca cambiará el hecho de que eres mi niña hermosa -Seca su sudor con la manga de su ropa y limpia sus manos con su sucio y rasgado pantalon-.

-Grácias, y no soy una niña.

-Siempre serás mi niña.

-Vale papá tu ganas -Suspira-.

-¿Y esa capucha tan hermosa?.

-Me la regaló mi mamá.

-Siempre he dicho que me casé con la mejor mujer de todas, en especial porque es la mejor cocinera que conozco y ni hablar de su don con la costura.

-Lo sé papá.

-Bueno ve a dar un paseo y no vuelvas tarde que tendremos una fiesta de cumpleaños para ti.

-De acuerdo volveré antes de que el sol termine de ponerse.

Ana continuó caminando por el pueblo recibiendo halagos felicitaciones y algunos regalos, como un trozo de pastel de su amiga hija del panadero, una rosa de su amigo que vendía flores.

Para las 12 ya había recorrido todo el pueblo y su aburrimiento se estaba manifestando, así que decidió adentrarse al bosque no muy lejos solo a los alrededores.

Aquel bosque tan lleno de vida y los árboles más altos que se podrían ver a kilómetros, Ana caminaba por un pequeño sendero apreciando la vista del lugar, las pequeñas ardillas subiendo a los árboles algunos conejos a la distancia y aves cantando dándole al bosque una vibra tan agradable.

El Sol traspasaba en pequeños rayos de luz iluminando algunos claros.

Un olor a carne llenó las fosas nasales de Ana y sin percatarse estaba siguiendo el olor a comida.

Al llegar al origen de este solo pudo ver a una chica de cabello rebelde y negro como la misma noches piel trigueña y cuerpo fuerte y tonificado cocinando conejo junto a una fogata.

Aquella chica al percatarse de su presencia se levantó con rapidez y no apartó su vista ni un solo instante de aquella intrusa.

-¿Quien eres y que haces aquí?.

-Hola, perdona si te asusté, solo estaba dando un paseo por el bosque y sin darme cuenta estaba siguiendo el olor a conejo.

-Estás muy lejos del pueblo, debería volver niña.

-No soy una niña -Se quita la capucha- Tengo 18 años.

Aquella chica de apariencia tosca y descuidada solo la vió con curiosidad pero sin nunca dejar de desconfiar de ella.

-Como sea debes volver hay animales peligrosos en el bosque.

-Pero... ¿Tú qué haces aquí si hay animales peligrosos?.

-Porque vivo aquí en el bosque.

-¿Vives en el bosque?.

Ana se acercó con rapidez y llena de curiosidad.

-¿Cómo puedes vivir tu sola aquí?.

Diana la chica misteriosa solo veía sin entender nada de lo que ocurría, solían alejarse de ella, no acercarse como lo hacía esa niña.

-¿Cómo es tu nombre? No hablas mucho ¿Cierto?.

-Soy Diana, y tú hablas mucho ¿Cierto?.

-Touche.

Diana no estaba segura de que pensar de aquella chica pero su aura y su aroma le indicaban que era inofensiva.

Durante el resto de la tarde ambas compartieron anécdotas incluso comida.

Pero al comenzar el sol a ocultarse Ana tuvo que despedirse se su nueva amiga.

-Debo volver, hoy es mi fiesta de cumpleaños ¿Te gustaría venir?

-Lo siento no soy afecta a estar con muchas personas.

-Vale vendré mañana a verte aquí mismo y te traeré pastel ¿Estás de acuerdo con eso?.

-Claro.

Anna volvió a su casa donde celebró una gran fiesta con sus padres y algunos amigos, pero no dejaba de pensar en Diana aquella chica era realmente un enigma en todo el sentido de la palabra, ¿Cómo podía vivir sola en ese bosque? ¿Porque su apariencia era tan descuidada? ¿No tenía familia?.

A la hora de dormir fue a su habitación luego de un refrescante baño, se vistió con su pijama y antes de entrar a la cama abrió su ventana para que entrara por ella la fresca brisa nocturna, pero algo le llamó la atención algo la observaba desde el bosque unos enormes ojos ámbar brillantes, parecía un enorme animal tal vez un oso, parecía que aquellos ojos solo estaban posados en ella y al momento que Anna volteó rápidamente la vista para ver hacia la calle aquel animal desapareció con una velocidad impresionante.

Anna pensando de que tal vez fué su imaginación entró a su cama pero antes de quedar profundamente dormida pudo escuchar a la lejanía un aullido un lobo estaba aullando.

Al día siguiente luego de desayunar Anna tomó una cesta de picnic y la lleno con fruta pan pastel entre otras cosas, se puso su capucha roja, se despidió de su madre y se adentró en el inmenso bosque, recordaba con algo de torpeza el camino que la llevaría a Diana así que tardó un poco más de lo previsto, al llegar a aquel lugar parecía estar desierto no había rastro visible de Diana o de algún animal.

Esperó un rato y antes de darse por vencida.

-Si que eres insistente, creí que luego de la primera hora te irías pero por lo visto no lo has hecho.

 




Anna volteó hacia los lados para finalmente posar su vista sobre un enorme árbol del cual Diana estaba sentada sobre una enorme rama.

-¿Que haces allí?.

-Me gusta la vista y así evito a las molestas visitas -Sonrie-.

-En ese caso me iré -Toma sus cosas-

Pero antes de que Anna terminara de tomar sus cosas Diana ya estaba a su lado lo cual la sorprendió.

-¿Te irás?.

-No quiero molestarte porque evidentemente eso hago -Dice sin dejar de tomar las cosas y sin mirarla-.

-¿Que quieres de mi?.

-¿Quien dijo que quiero algo de ti?.

-Se ve en tus ojos, aunque aparentas ser niña de papá y mamá, pero en tus ojos la realidad es otra, me ves con ojos de deseo tu aroma cambia cuando me vez, es fácil deducir que solo quieres una cosa de mi -La toma del mentón- ¿O me equivoco?.

 
Anna permaneció en silencio sonrojada he intimidada por su presencia y la cercanía entre ambas.

-Pero no soy lo que crees, el lobo se viste con piel de cordero.

-¿Eres el lobo o eres el cordero? Se sincera mírame a los ojos.

-Soy lobo y ante tus ojos un cordero -Muestra sus colmillos y sus ojos ámbar brillante-.

-No me importa lo que eres.

-Ja ¿Y acaso eso significa que a mí también me debes importar?.

Anna le propinó una cachetada librandose así del agarre de Diana.

-¿Duermes tranquila? ¿Cómo eres capaz de ser así? Vamos justifica toda la mentira que es tu vida, vivir escondida ser un cordero mientras en las sombras eres un animal salvaje.

Diana arrinconó a Anna contra un árbol poniendo sus brazos al nivel de la cabeza de su contraria para evitar que se escapara mientras sus ojos ámbar la miraban con intensidad.

-No vivo una mentira, vivo en libertad por si no lo has notado niña.

-Y en la libertad casi todos encuentran el pecado.

-Tal vez deba pecar y usarte a ti como medio.

-Cuidado si vas a hacer mal primero piensa antes de actuar.

-Huye corre, es evidente que solo sabes hacer eso, puedo oler tu miedo y sabes que no miento.

Diana da un paso atrás permitiéndole la libertad de irse.

-Muestra tu fragilidad, es la mejor forma de engañar si realmente quieres que me quedé.

-¿Crees que soy débil?.

-Se que no eres débil, solo quiero que muestres a tu verdadero yo, solo muestra un poco de ti.

-¿Te digo la verdad? Tengo poder de sobra para controlarte y lo haría.

-¿Y porque no lo has hecho?.

 



Diana no esperaba esa reacción y simplemente pensaba el porqué no la controlaba y en cambio solo  hablaba con ella contándole lo que realmente era.

-Se porque no lo has hecho, no me controlas contra mi voluntad porque aunque lo niegues también te intereso, soy la única persona con el suficiente valor para adentrarse en el bosque y venir por ti.

Diana tensó la mandíbula y se abalanzó sobre Anna golpeando con fuerza el árbol tras de ella causando que este sé agrietara.

-No sabes nada de mi.

-Y tu no sabes nada de mi.

Diana no sabía que hacer aquella chica era extraña y no tenía la menor idea de cómo reaccionar ante ello, aquella chica, aquella chica de capa roja la hacía sentir como nunca antes se había sentido.




Ahora eres mía de Carla Hernández Historia recomendada







 Ahora eres mía 

Eran aproximadamente las 2:47 AM. La oscura noche traía consigo una capa de densa niebla y una temperatura baja. Los autos transitando por las calles con los carteles de neon brillante, lograban darle a la ciudad esa apariencia viva y vibrante. Las personas recorrían las calles luego de haber estado divirtiéndose toda la noche; Otras luego de una larga y cansina jornada laboral.

En un callejón amplio y oscuro junto a un viejo edificio residencial abandonado se encontraba un cuerpo inerte sin signos vitales, pero aún caliente. Aquella chica se había encargado de hacerlo sufrir, con un cuchillo afilado cortó su lengua para que se le hiciera imposible articular palabras de ayuda. Cortó uno a uno sus dedos disfrutando la expresión de dolor y agonía de su víctima, cortó su rostro retirando de este la piel desollándolo vivo sin dejar de sonreír ampliamente con aquella sonrisa desquiciada de su rostro angelical. Tarareaba una canción lenta pero aterradora logrando así que un frío inexistente se introdujera en tus huesos y un escalofrío recorriera tu cuerpo.

Finalmente sacó de sus cuencas aquellos ojos, abrió su cuerpo como un simple pescado esparciendo sus órganos en el sucio y frío suelo. Lo último que vio aquel hombre fue aquel rostro angelical con ojos verdes vibrantes casi brillando en aquella oscuridad. Su cabello largo y rubio teñido de rojo debido a la sangre y una sonrisa aterradora que dejaba ver sus colmillos bien definidos. Lo último que escuchó fue aquella macabra canción y lo último que sintió fue un dolor indescriptible y sofocante.

Estaba extasiada le encantaba hacer sufrir a las personas torturarlas hasta la locura y masacrarlas.

Sus manos estaban llenas de sangre al igual que su largo y lacio cabello rubio, miraba al cielo con el pecho lleno de felicidad pero con un vacío imposible de llenar, pensaba en quien podría ser su próxima víctima.

Un sonido llamó su atención alguien estaba en el extremo del callejón una chica de cabello castaño contextura delgada y estatura algo baja estaba vomitando. 








Aparentemente estaba pasada de tragos ya que caminaba con dificultad y su ropa estaba impregnada de alcohol, vivía a unas calles del bar en el que solía beber y sin falta usaba ese callejón como atajo. Dio unos sonoros pasos adentrándose en el lugar pero se detuvo solo al ver una silueta en el suelo inerte sin vida sobre un mar de sangre, su cuerpo quedó en shock y todo se volvió negro.






Despertó a la mañana siguiente atada a una vieja silla de madera con acolchonado de terciopelo, sus brazos inmovilizados sobre los brazos de la silla sus piernas atadas a las patas de la silla sus ojos vendados y su boca con una mordaza.

Era evidente que había amanecido pues podía sentirse el calor de la mañana con el contante bullicio de las masas transitando las calles los autos tocando la corneta a otros y haciendo un indescriptible he innecesario escándalo, o al menos eso paso por la mente de la chica que apenas recobraba el conocimiento.

Su cabeza dolía evidentemente por la resaca nunca se había lamentado tanto por beber como aquel día, su cuerpo estaba inmovilizado no podía ver nada o decir algo. Forcejeaba sin descanso sintiendo lastimadas sus extremidades por el constante forcejeo.

Escuchó pasos y un miedo nunca antes sentido recorrió su cuerpo. Sintió a alguien viéndola y trató de articular un "Ayúdame por favor" pero no lo logró aquella mordaza no se lo permitió.

Sintió unas manos gélidas a los costados de su cabeza e intentó evitar ese contacto a toda costa, la venda fue retirada de sus ojos y la luz lastimó sus ojos tomándole a si un par de minutos en adaptar su vista a la claridad.

Parpadeó un par de veces lo primero que vio fue unos hermosos ojos verdes brillantes cuál esmeralda, un cabello largo lacio y rubio, un rostro realmente hermoso casi angelical y una pequeña sonrisa tierna.

-Buenos días Dormilona.

Esas palabras la habían arrebatado de su trance, la habían devuelto a la realidad, comenzó a desesperarse y mover todo su cuerpo como indicativo de que la liberara. Aquella chica de tés blanca y piel de porcelana se sentó sobre el regazo de aquella chica atada a la silla mirándola fijamente.  Colocando sus manos sobre sus hombros le ofreció una enorme sonrisa.

-Te quitaré la mordaza pero prométeme que no gritarás -Acaricia su mejilla- no quiero tener que cortarte la lengua.

Patricia la chica de cabello castaño con ojos cafés asintió con miedo y pánico, la rubia quitó de su boca la mordaza.

-¿Porque estoy aquí?.

-Que buena pregunta -Sonríe y finge pensar- estás aquí porque eres mi nuevo juguete -La mira sonriendo mostrando así su locura desbordante-.

-¡¿Juguete?!.

-Si, juguete -Sonríe y le da un beso en los labios-.

-Gira su cabeza evitando bruscamente aquel beso- Esto es secuestro.

-Lo sé.

-¿Y porque lo haces?.

-Por que quiero hacerlo -Sonríe y le estampa un beso-.

La rubia tenía el control del beso obligando a su contraria a continuarlo era un beso cálido rápido y con desesperación, aquella rubia estaba disfrutando mucho ese beso.

-Ahora podré jugar cuánto quiera contigo -Sonríe bajando su mano por el abdomen de la castaña llegando al cierre de su pantalón- .

-No lo hagas por favor, liberame no le diré a nadie lo prometo.

-¿No quieres jugar conmigo? -Hace puchero logrando verse realmente tierna-.

-No -Responde con miedo-.

-¿PORQUÉ? -Grita molesta- SOY HERMOSA SENSUAL Y PUEDO HACERTE SENTIR MUY BIEN.

-Y-Yo...... -Entra en pánico- eres muy hermosa pero yo no te conozco.

-Entonces es hora de que me conozcas Patricia.

-¿C-Como sabes mi nombre? -Trago saliva-.

-Se muy bien quien eres, aunque tú no sepas quién soy.

Le dió un beso y volvió a colocar la mordaza en su boca.

-Ire por algo para desayunar querida volveré en unos minutos -Desaparece contoneando sus caderas con mucha sensualidad natural-.






Patricia estaba nerviosa asustada y con un temor enorme por su vida. Quería llorar desahogarse pero no podía permitir que aquella chica desquiciada y asesina la viera en aquel estado tan vulnerable. Debía ser fuerte y soportar todo lo que aquella mujer le hiciese pero sin dejar de lado la posibilidad de escapar.

Los días transcurrían igual, Patricia era alimentada bañada y vestida por su secuestradora. El pensamiento de luchar con ella y escapar estaba presente. Pero era olvidado puesto que su contraria era mucho más alta que ella fuerte y de contextura atlética así que le ganaría sin duda, otra cosa anotó en su lista imaginaria junto el dejar el alcohol hacer más ejercicio.







Luego de dos semanas se encontraba atada a la cabecera de la cama pensando y viendo televisión mientras afuera se desataba una fuerte lluvia que parecía no dar tregua ni indicios de terminar pronto, en las noticias no había aparecido su rostro como desaparecida y sabía que no pasaría después de todo vive sola y es huérfana sin familia alguna nadie notaría su ausencia más que su casera luego de dos meses cuando fuera a cobrar la renta.

Lamentaba su miserable vida.

Su secuestradora apareció con lo que aparentemente era la cena, comida china junto con un bote de helado como postre.

-Traje la cena querida -Se acerca a ella y le quita la mordaza de la boca para luego depositarle un tierno beso-.

-Genial -Responde mecánicamente-.

Luego de cenar su secuestradora desapareció por un par de horas volviendo a altas horas de la noche con las manos manchadas de sangre, despertó a Patricia con un delicado beso en la mejilla que fue descendiendo hasta su cuello.

-¿Que tal si nos divertimos un poco juntas?.

Sus ojos estaban perdidos en la nada y su mente estaba en blanco sin pensar en nada.

-Quiero dormir -Respondio con voz cansada-.

-Vamos duermes mucho Patricia.

-No lo suficiente.

-Siempre lo has hecho desde pequeña -Dijo con voz nostálgica y mirada posada en una de las paredes del lugar-.

-¿Cómo sabes que soy así desde pequeña?.








Su semblante cambió abruptamente pasó de ser dominante y segura a nostálgica y luego a un manojo de nervios, no podía quitar la vista de Patricia que estaba clavada a su cuerpo.

-Veo que realmente no te acuerdas de mí -Cubre con una venda los ojos de Patricia-  así es más fácil decirlo -Explica la venda en sus ojos- Tu y yo éramos muy buenas amigas las mejores en realidad. En aquel viejo orfanato éramos tu y yo contra el mundo, desde los 5 años hasta los 11 que estuvimos juntas ¿Recuerdas?.

Patricia permanecía en silencio recordando y cuestionándose mentalmente, la rubia al no ver reacción alguna de su contraria prosiguió con su relato.

-Recuerdo que decías que nos casaríamos que escaparíamos juntas que viviríamos solo tu yo para siempre, -Su rostro se tornó sombrío- pero cuando cumplí 11 finalmente me adoptaron yo no quería irme no quería dejarte.







Me adoptó una pareja los Wilfger, ambos eran unos monstruos.Secuestraban  torturaban y mataban personas, incluso tenían su propia red de venta de órganos en el mercado negro. Y yo, yo era su medio me utilizaban contra mi voluntad para atraer a las personas me drogaban para mantenerme quieta y evitar que escapara.

Me golpeaban para que aprendiera a obedecer, mi cuerpo está marcado de por vida, ante la sociedad ellos eran una familia ejemplar. El un hombre trabajador con su propio negocios de construcción y ella con varios negocios de bienes raíces, una enorme casa lujosa, hermosa la cual estaba construida sobre un inmenso sótano que abarcaba toda la propiedad.

Dónde resguardaban contra su voluntad a personas hasta que alguien necesitará órganos o simplemente un juguete o mascota. Al cumplir 18 maté a ambos mientras dormían y escapé, desde entonces he estado huyendo con un solo propósito.
Encontrarte, tú eras mi motivo para seguir viviendo eras quien me daba fuerzas para continuar.





-Sonrie- Fui al orfanato donde crecimos pero ya te habías ido nunca te adoptaron y al cumplir la mayoría de edad te fuiste por tu cuenta.

Con el tiempo descubrí dónde vivías y tú rutina, era imposible para mí controlarme y no lanzarme a tus brazos, tenía planeado esperarte en aquel callejón y hablar contigo pero un hombre se me acercó y no cualquier hombre, era aquel que durante mucho tiempo fue socio de los Wilfger aquel que les suministraba las drogas que me llenaban el cuerpo durante años, no sé cómo me encontró pero no podía dejarlo con vida.

En ese momento algo se apoderó de mi como antes solía hacerlo, era como ver todo lo que sucedía sin poder controlarlo era como ser espectadora de mis propias acciones. Era como tener fuerza para hacer todo era como si estar en ese modo me protegiera de cualquiera cosa y contra cualquiera. Te secuestré porque te quiero conmigo quiero que tengamos todo lo que soñamos, yo te amo Patricia.

No se notaba pero la venda de los ojos de Patricia habían absorbido todas sus lagrimas.

-Emily..... ¿Eres tú? -Su voz se quebraba por el llanto-.

-Si.

Emily quitó aquella venda de sus ojos y la abrazó como nunca antes lo había hecho, con placer con amor con devoción y ternura.